Cómo funciona una planta potabilizadora de agua

Cómo funciona una planta potabilizadora de agua

Aunque los primeros intentos de depurar el agua datan de finales del siglo XIX, eran los años 60 del pasado siglo cuando el progresivo deterioro del agua del planeta y la cada vez más intensa preocupación por la contaminación y el estado del medio ambiente cuando la sociedad se vio obligada a apostar por un sistema industrial de depuración y tratamiento. Hoy estas plantas potabilizadoras están plenamente integradas en el circuito del agua y el ciudadano y consumidor ni siquiera es consciente de su importancia cuando abre cualquier grifo en su domicilio para consumir agua con absoluta tranquilidad. ¿Pero cómo funcionan las plantas potabilizadoras?

Lo primero que hay que definir es qué es el tratamiento de aguas. Se trata de un conjunto de operaciones físicas, químicas o biológicas que tiene como objetivo mínimo la reducción y como propósito básico la eliminación de la contaminación y los residuos de las aguas, sean naturales o residuales. El fin más exigente de las aguas depuradas es el del consumo humano y animal, por lo que en la mayoría de las ocasiones se unen los tratamientos de depuración y de potabilización del agua, que en realidad comparten la mayoría de las operaciones necesarias. Ese es el trabajo que hacen las plantas o estaciones potabilizadoras de agua. Como estas instalaciones tienen que estar operando de forma continua, incluso cuando alguno de sus componentes esté en reparación, la planta debe contar con dos unidades como mínimo para cada proceso.

Para iniciar el tratamiento, la planta capta el agua, sea de un lago, un río o un embalse. Ese proceso de succión suele hacerse con un conjunto de electrobombas que elevan el líquido hasta la cámara de carga, el primer lugar al que accede dentro de la planta. En esa etapa es cuando actúan un conjunto de rejas de diferentes tamaños que retienen los componentes sólidos más grandes que afectan a la calidad del agua. Con el líquido ya en los tanques de la planta, el siguiente paso es la coagulación. El objetivo de esa etapa es separar todas las partículas que floten en el agua para poder ser extraídas posteriormente. Los sólidos quedan agrupados en pequeñas masas que se conocen como flóculos. La formación de estos conglomerados, al principio muy pequeños, depende de cuestiones como el tamaño de las partículas, el pH del agua, la temperatura o la alcalinidad.

Esas partículas quedan agrupadas y sedimentadas gracias a que se introducen en el agua distintos productos químicos coagulantes, normalmente sales de aluminio y de hierro pero también polielectrolitos para acelerar la velocidad de sedimentación, mientras se agita el agua para que la mezcla sea más rápida y eficiente. La coagulación consigue al mismo tiempo destruir algas y plancton en general, así como eliminar las sustancias productoras de sabor y olor de los productos químicos que se utilizan en esta fase. La propia gravedad hace el resto, el flóculo cae al fondo del tanque sedimentador para que se pueda pasar a la siguiente etapa, la filtración. En ella, el agua atraviesa un medio poroso, que puede ser antracita, arena o carbón, para que los sólidos suspendidos queden retenidos. De esta forma, la turbidez del agua se ve reducida a la mínima expresión.

El último paso sería la desinfección. En esta etapa el objetivo es destruir todos los patógenos, bacterias y organismos causantes de enfermedades. Aunque hay métodos naturales que pueden ayudar en este proceso, como la propia luz solar, la desinfección se hace habitualmente con agentes químicos. El más eficiente es el cloro, no sólo porque es fácil de aplicar en el agua sino también porque es fácilmente medible, lo que impide que se puede acumular en cantidades nocivas, ya que puede llegar a formar algunos subproductos que sí podrían ser peligrosos para la salud y, además, en grandes cantidades deja un sabor bastante desagradable. Otros productos químicos que se pueden utilizar en esta etapa final del proceso son el yodo (de mayor duración pero mucho más costoso), el bromo (aún más cara y de manejo complejo, se usa habitualmente en las piscinas) y el ozono (su mayor inconveniente es su nivel de toxicidad, pero es el mayor competidor del color por ser barato y eficaz).

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